Y sigo con compositores españoles del siglo XVIII, esta vez con Sebastián Albero, de quien he estudiado su sonata nº 11, de las 30 sonatas para clavicordio.
Sonata monotemática. El material temático reutilizado en el desarrollo proviene de la transición. Esta sonata es bastante homogénea en su diseño rítmico: el flujo de corcheas es continuado por las diversas voces de forma que el único punto de reposo de duración igual o superior a una negra en la primera sección ocurre al final del compás 8. La textura también es bastante estable, con una escritura predominante a tres voces y algunos fragmentos a cuatro voces (cc. 8, 19-20, 24-25, 30-31 y 52-58, entre otros). En este contexto, la identificación de las unidades estructurales formales depende casi exclusivamente del análisis armónico.
Destaca, en este sentido, la repetición en el seno del grupo P de su frase inicial (cc. 1-4) transportada a Fa mayor (9-12), relativa mayor de la tonalidad principal. Dicha frase es también repetida al principio del grupo S en La menor, homónima menor de la dominante
(cc. 17-20). Sin embargo, esta frase inicial del grupo S es omitida en la recapitulación, por lo que la crux se retrasa hasta el interior del grupo S en la primera sección.
En cuanto al desarrollo, la cabeza (c. 13) del inicio de la transición aparece un total de catorce veces en las secuencias del desarrollo. La secuencia ascendente que contiene el clímax se basa también en la cabeza del principio de la transición (c. 14) y conduce al inicio
de la recapitulación (c. 57). Desde el punto de vista de la sintaxis melódica, predominan, igual que en las sonatas anteriores, los módulos de uno y dos compases, aunque encontramos un módulo genuino de cuatro compases de duración al principio de la
transición (cc. 13-16). Finalmente, desde la perspectiva idiomático-organológica, esta sonata es una de las obras de Albero que mejor representa (junto con las sonatas XXII, XXVI y XXVIII) el estilo sentimental, por lo que agradece especialmente los recursos expresivos del pianoforte.