Soler

Antonio Francisco Javier José Soler y Ramos, más conocido Padre Antonio Soler (Olot, Gerona 1729, El Escorial, 1783) fue un compositor español, clavecinista, organista y musicólogo del barroco tardío y principios del clasicismo. Es conocido por haber hecho un importante aporte al repertorio de la música para teclado y al concierto barroco con sus quintetos, sus conciertos de órgano y sus conciertos para violín y viola. Es considerado uno de los más importantes representantes de la escuela de música para teclado del siglo XVIII, corriente impulsada en España por Domenico Scarlatti.

En 1736, a los seis años, entró en el coro de la Escolanía de Montserrat donde comenzó sus estudios de música y órgano. En 1744 se convirtió en el organista de la catedral de Santa María de Urgel. Más tarde ingresó como monje en la Orden de San Jerónimo y finalmente se consagraría como sacerdote en 1752. Una vez consagrado se volvió maestro de capilla de la Catedral de Lérida, hasta que se trasladó a San Lorenzo de El Escorial. No existen retratos. Algunos investigadores creen que pidió el ingresó en dicho monasterio para estar cerca de la corte, donde había mayor actividad musical e intelectual, pero la vida estricta de los jerónimos dio al traste con esa expectativa.
En el monasterio, donde pasó a formar íntegramente parte de su comunidad de jerónimos, el Padre Soler ocupó el cargo de primer organista, director del coro en el Monasterio de El Escorial y compuso música para los oficios. Recibió clases de Scarlatti (1685-1757) y José de Nebra (1702-1768).
Durante sus 31 años en el monasterio practicó la misma rutina, con un día de 20 horas divididos entre oración, contemplación y cultivo de la tierra, una vida simple sin vanidades. En ese ambiente austero, el Padre Soler compuso más de 500 obras musicales, entre ellas, cerca de 150 sonatas, muchas se cree escritas para su alumno de música, el Infante Gabriel de Borbón, uno de los hijos del rey Carlos III. Como curiosidad, la admisión en el monasterio implicaba poseer unas cualidades necesarias, como por ejemplo, que el novicio debía saber gramática y canto llano (esto es lógico), pero además que debía gozar de buena vista, tener una estatura perfecta y no presentar defecto físico alguno. Por descontado se exigía la limpieza de sangre.
No es de extrañar influencias estilísticas de Scarlatti en su música, muy debatidas estas, si bien cada uno posee su propio temperamento y espíritu, Scarlatti más pasional y dramático. El Padre Soler tenía predilección por el bajo de Alberti (acompañamiento con un acorde arpegiado, donde las notas del acorde se suceden en el orden grave-agudo-medio-agudo) característica más propia del clasicismo y raramente empleada por Scarlatti.
Posteriormente a la composición de sus sonatas para clave, el Padre Soler incursionó también en la música teatral y la música de cámara, en la que se vislumbra la ausencia de formas italianas, y se encuentra un nuevo estilo más intenso. Gran parte de sus obras escénicas contienen textos de Pedro Calderón de la Barca.
Se le considera un maestro de la música barroca española, su espíritu, carácter y marcada personalidad pintan el paisaje de la música española del siglo XVIII.
Escribió un tratado sobre la “Llave de la modulación y antigüedades de la música” (Madrid 1762), obra que por sus teorías avanzadas sobre la modulación suscitó una de las más enconadas controversias que registra la historia de la música española.

Aunque el Padre Soler sea famoso por sus sonatas (la mayoría en forma binaria, clasificadas con la letra R), este término no tiene relación con el significado que adquirirá durante el clasicismo. En la época de Scarlatti y Soler, el término “sonata” servía fundamentalmente para diferenciar la música instrumental de la puramente vocal, uso que mantuvo durante el barroco. La sonata según esta concepción era más un recurso del instrumento, sobre todos los instrumentos de tecla, con una finalidad educativa. De hecho, Scarlatti había denominado a sus treinta primeras sonatas no con este nombre sino con el de “Essercizi”. En las sonatas del Padre Soler, escritas para su diversión o para el Infante Gabriel aparecen aspectos pedagógicos como: ejercicios de escalas tanto en la m.d. como en la m. i., escalas ornamentadas, escalas interrumpidas o escalas en intervalos, acordes repetidos o desplegados, ejercicios de terceras y sextas, octavas expuestas simultáneamente o desglosadas, saltos interválicos, trémolos, etc. Las sonatas del Padre Soler siguen un esquema bipartita, creando un lenguaje propio que incluye temas populares españoles, usando mucho los tiempos sincopados de esa música (saeta, fandango, bolero, seguidilla, jota…), con repetición de breves motivos de uno o dos compases, con cadencias frecuentes, lo que marca un estilo propio. Como complemento de estos patrones rítmicos españoles, también imita con frecuencia el sonido de las castañuelas, la bandurria y el zapateado, que eran populares acompañamientos instrumentales en los bailes de España.
Otra característica del Padre Soler es que escribió sus sonatas sin distinguir con claridad al instrumento al que estaban destinadas. La mayor parte están concebidas para el clave, unas pocas para el órgano y en algunas del último período parece que el compositor tuvo en cuenta las posibilidades del piano. La falta de diferencias estilísticas entre la música organística y la música para clave era algo habitual en el siglo anterior a Soler, mientras que C. P.E. Bach ya distinguía entre música de clave o de piano.